Vie, 24 03 2023

“Keynes vs Hayek: El choque que definió la economía moderna”

El economista Germán Deagosto se une a nuestro equipo docente y, en su primera columna para Business 360, recomienda un libro que aborda el vínculo entre dos grandes figuras de la economía moderna.

“El único hombre realmente grande que he conocido, y por el cual sentía una admiración desaforada. Sin él, el mundo habría sido un lugar mucho más pobre para vivir”. Así se despedía Friedrich Hayek de quien había sido primero su héroe, luego su némesis y finalmente su gran amigo: John Maynard Keynes. Pero vamos por partes.

Prefacio: dos gigantes en contraste

El 21 de abril de 1946 murió el gigante optimista, John Maynard Keynes. Keynes fue una persona multifacética que vivió múltiples vidas. Fue un gran showman y un prolífico escritor. Fue un apasionado del arte y un especulador financiero. Fue un pacifista y una figura relevante en las dos guerras mundiales. A los sesenta y dos años su vida se apagó. Murió un hombre y nació la leyenda.

Cuarenta y seis años más tarde murió el gigante sombrío, Friedrich Hayek. Había vivido gran parte de su vida académica como un paria, destratado por sus pares y alumnos. Había sido un hombre extraño, con un acento extraño, en un país extraño -un austríaco en el Reino Unido-. Lamentablemente, había sido siempre perseguido por fantasmas. El fantasma de la guerra, el del desarraigo, y el de la hiperinflación. También el fantasma de la indiferencia, el de la soledad, y el de la depresión. Afortunadamente llegó a vivir lo suficiente para verlos desvanecerse todos. El paso del tiempo había puesto las cosas en su lugar. A los noventa y dos años la vida de Hayek se apagó. Murió otro hombre y nació otra leyenda.

Acto I: el héroe y el soldado

Cuando se declaró la guerra en 1914, Keynes fue elegido para negociar el crédito con Estados Unidos que permitiría financiar el esfuerzo bélico de los aliados. Keynes ya era, por aquel entonces, una figura británica de alto perfil con llegada en las altas esferas del poder. Inicialmente se había formado en matemática, pero sus dotes en economía fueron identificados por Alfred Marshall, referente de la economía británica y autor de uno de los libros más influyentes del mundo durante aquella época (Principios de Economía de 1890). Fue Marshall quien apadrinó a Keynes durante su transición vocacional hacia el mundo de los economistas.

Casi al mismo tiempo, pero en otra galaxia, Hayek cumplía 18 años y se alistaba como soldado austríaco para sumarse al frente italiano en lo que sería el último año del conflicto. Pese a que su vida estuvo varias veces en peligro, el grueso de su servicio se caracterizó por un profundo tedio. Afortunadamente para todos, encontró en los libros de economía su mejor trinchera contra el aburrimiento.

El tránsito de nuestros dos gigantes por la Gran Guerra fue tan asimétrico como su tránsito por los años que le siguieron. Desempeño excepcional mediante, el contrato de Keynes se extendió para incorporarlo al equipo que negociaría las reparaciones de guerra a cargo de los perdedores. Keynes participó en la Conferencia de Paz de París en 1919, y se convirtió en un ferviente defensor de los vencidos. “Los alemanes habían derribado las bases sobre las que todos construíamos y vivíamos…pero los portavoces de los franceses y los británicos se han arriesgado a completar la ruina”, escribió Keynes en su profética obra “Las consecuencias económicas de la paz”. La defensa de los vencidos que ofrecía, y la alerta de que la solución de los vencedores despoblaría a Europa de millones de vidas, le daría rápidamente fama mundial cuando el libro se tradujo a varios idiomas.

En particular, la versión alemana llegó precisamente a Austria, pero no llegó a la Austria de comienzos del siglo. Austria ya no era un centro cultural y político de Europa, era un lugar arrasado por la guerra y la hiperinflación. Un millón de marcos en este nuevo país servía apenas para prender la estufa. La nueva Austria tenía, además, un nuevo ídolo nacional. El escudo británico de los vencidos, John Maynard Keynes. Hayek, el soldado adolescente recién matriculado en la Universidad de Viena, había ganado un héroe y perdido todo lo demás.

Acto II: némesis intelectuales

El paso de los años convirtió también a Hayek en una figura internacional, que había agarrado la posta generacional de la escuela austríaca cuando comenzaba la década de 1920. Para los austríacos, el mecanismo de precios era esencial para la salud de una economía, porque los precios eran las únicas señales que permitían escapar del problema de la división del conocimiento. Nadie puede conocer todas las preferencias, los deseos y aspiraciones de todas las personas, pero eso no quiere decir que esa información no exista; existe y está codificada en los precios. En efecto, los precios son la señal que permite distribuir adecuadamente los recursos escasos del planeta. Si el gobierno interviene genera una distorsión dañina, perjudicando a todos y privando a los individuos de su contribución fundamental a la sociedad: expresar el valor de las cosas a través de su disposición a pagar. El intervencionismo amenaza la libertad, y por eso el mercado debe funcionar sin interferencias. Regular la economía era equivalente a intentar reducir la velocidad de un auto agarrando la aguja del velocímetro.

Mientras Hayek se erigía como el principal paladín de esta manera de concebir el mundo y de la importancia del libre mercado, Keynes transitaba a toda velocidad por el carril contrario. Movilizado por la sensibilidad ante la situación de los desempleados durante la década del treinta, Keynes estaba convencido de que el Estado tenía que hacerse cargo y facilitarles la vida a los ciudadanos. “El mundo no está tan gobernado desde arriba como para que interés privado y social coincidan”, afirmaba en defensa del intervencionismo estatal en la economía. Volviendo sobre la analogía automovilística: la economía era como el motor de un auto. A veces se queda y necesita un mecánico (Estado) que active la chispa (Gasto Público).

Dos visiones contrapuestas sobre la economía colisionaban y moldeaban la disputa por la hegemonía intelectual en el mundo occidental, que se había materializado por ese entonces en un enfrentamiento entre la Escuela de Economía de Londres (Hayek) y Cambridge (Keynes). Y mientras todo esto sucedía, fuerzas oscuras avanzaban por Europa.

Acto III: un amigo para el fin del mundo

Y continuaron avanzando hasta que el mundo volvió a quedar en las sombras con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En esa oscuridad, nuestros dos gigantes hicieron amistad. En 1940 los bombardeos obligaron a mudar la Escuela de Economía de Londres a Cambridge. De hecho, Keynes y Hayek compartieron noches enteras patrullando la azotea de la Universidad con palas y escobas, en caso de que las consecuencias de un bombardeo requirieran la irrisoria asistencia física de dos intelectuales con precarias herramientas.

Unos años después de esta colorida escena, Hayek publicaría una de sus obras más importantes. “Camino de servidumbre” fue publicada en 1944 y ofreció contundentes argumentos para cuestionar la legitimidad de la planificación y la intervención estatal. Para él, privilegiar la planificación sobre el mercado preparaba el terreno para la tiranía. A través de su obra, Hayek dirigía sus ataques contra aquellos que aspiraban a hacer el bien desde las oficinas del Estado.

“Creo que es un libro magnífico…no puedo aceptar todo el dictado económico que contiene. Pero me siento moral y filosóficamente de acuerdo con prácticamente toda su totalidad…Me siento profundamente conmovido”, le escribió Keynes agradeciendo la copia que su amigo le había regalado. Pocos meses después, el 21 de abril de 1946, Keynes falleció en su cama. Las palabras que dan inicio a esta reseña pertenecen a la carta que le envió Hayek a Lidia Lopujova, la esposa de su amigo.

De esta manera, el círculo se cerró y volvió a acercar a estos dos gigantes del pensamiento económico, forjando el vínculo que moldearía la economía moderna. En ese sentido, la contraposición de sus ideas continúa permeando todas las discusiones cotidianas sobre economía y política, sobre Estado y mercado. Esto sucede, incluso, cuando quienes discuten ni siquiera saben que nuestros dos gigantes alguna vez existieron. Por eso el libro es tan interesante.

Epílogo:

Este es apenas un recorrido superficial por algunos de los aspectos maravillosos que aborda el libro “Keynes vs Hayek: El choque que definió la economía moderna” de Nicholas Wapshott, que además puede ser acompañado por una singular y pintoresca banda sonora disponible en YouTube: el rap de Keynes y Hayek.

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2023-03-24T11:40:00