Fueron años de trabajo, de intercambios, de creación, de reflexión, de búsqueda. Lo primero que llegó fue el pedido; el rector Julio Fernández Techera tenía una certeza y una idea muy firme: había llegado el momento de rediseñar la Capilla de la Mater Admirabilis, el espacio —al igual que el Edificio Sacré-Cœur— estaba por cumplir 100 años.
La Universidad Católica del Uruguay ha sido, desde su fundación, una institución muy sensible a la cultura y las artes plásticas y visuales. Desde que Fernández Techera asumió como rector, hace ocho años atrás, el espacio para las artes visuales ha tomado todavía más relevancia. Alcanza con ingresar al Aula Magna o recorrer las escaleras del hall central para comprobarlo. Allí están las obras de Carlos Musso y de David de la Mano. Ahora se suma un nuevo nombre, el de Leandro Gómez.
Gómez es el director de la Licenciatura de Artes Visuales, es Alumni UCU y hace cinco años dejó su trabajo como publicista para dedicarse a las artes visuales. La UCU lo ha acompañado en todos ese recorrido y cuando el rector decidió que era el momento para rediseñar la capilla y dar vida a la nueva Capilla del Encuentro consideró que la persona para ejecutar las obras era Gómez.
La capilla se formó de a partes, de a poco y con mucha revisión. Las obras eran tan grandes que, cada vez que trazaba algo, Gómez tenía que dar unos pasos atrás para ver cómo iba tomando forma. Y tomó forma. El lugar donde sucedió se llama sala Santa María, un espacio no muy grande que supo funcionar como antesala del Aula Magna. Ahí, sentado en un sillón de cuero negro, nos recibió Leandro Gómez para conversar sobre cómo, por qué y qué es la Capilla del Encuentro.
¿Pintaste las 13 obras acá en la universidad?
Las pinté acá. El rector me dijo: “Yo te voy a buscar un lugar en la universidad. Además, me gustaría porque así puedo ir acompañando el proceso”. Fue él que pidió que la sala Santa María se transformara en un atelier.
Estuve estudiando cómo trabajar a tamaños grandes, mirando a nivel internacional. Y transformé la pared en un caballete.
Gómez se para y señala al fondo de la sala: dos tiras de madera de cinco centímetros de alto recorren de punta en punta la pared. Atrás de cada tira hay una pequeña hendidura. Él hace un movimiento vertical sobre la hendidura más baja, acompañando un cuadro que no está ahí. Cuando termina la recreación, se separa de la pared y mira.
Se me ocurrió un sistema que trabajamos con arquitectos y con carpinteros: generar estas barras paralelas que tienen una muesca acá. Esta madera tiene un filo. Entonces, ponía las telas atrás y las calzaba así. Tenía que atornillar listones a determinada altura para que quedaran distantes de arriba.
¿Siempre supiste que el tamaño iba a ser importante para la obra?
Cuando el rector me planteó el rediseño de la capilla yo vi una oportunidad de hacer obras de gran tamaño, porque era lo que le iba a dar una personalidad. La duda que tenía era de construir un relato que tuviera un porte importante, pero que no fuera invasivo. Eso fue un poco parte del desafío.
¿Por qué ‘Capilla del Encuentro’?
El clima general de la obra en la capilla es que invite a encontrarse con Dios. Cada obra debería invitar a un encuentro, cada una con un perfil distinto. Para eso, el tamaño hace a lo que expresa. Uno conecta más con algo que ve con presencia. Había algo que iba a alivianar las obras y era que no pensaba pintar demasiado contexto. Mucho del contexto iba a ser el color púrpura, generando climas, sensaciones.
¿Qué implica esta decisión? La del color.
Hay varias razones. La primera era provocar un impacto. Arquitectónicamente este espacio no tenía características particulares, por lo tanto, el color podía ser un aliado fundamental para darle una personalidad a la propuesta. El púrpura, que es un dioxazine purple, es un color oscuro. De hecho, yo no uso negro en la paleta, o sea, el negro es el púrpura puro. De ahí se genera toda la escala de grises.
Me parecía que, para el encuentro con Dios, necesitaba un clima de recogimiento y que ese ambiente iba a ayudar un poco a salir de la colorimetría del pasillo, del día a día. El púrpura, a su vez, tiene toda esa connotación: de la transformación, del renacimiento.
¿Por qué incorporar lo moderno en la estética de los bancos, en la ropa retratada?
Fue toda una decisión, pero creo que es parte de la renovación que pretendía marcar el rector. Porque este encuentro con Dios es hoy. Manteniendo algunos valores, pero en un código contemporáneo. Porque es para nuestros estudiantes de hoy, para nuestros funcionarios de la universidad de hoy, para nuestros visitantes de hoy.
¿Qué sentiste cuando el rector te sugirió renovar la capilla?
Confió en que mi camino era genuino, me parece que eso no es menor.
Yo me iba anotando lecturas del Evangelio como una curaduría de temas que me tocaban o me parecían relevantes. Ahí me di cuenta de que esta era una oportunidad maravillosa para proponer un encuentro uruguayo con Cristo en el presente. Por eso traje al Padre Cacho en la obra.
¿Qué representa el ‘Ad Maiorem Dei Gloriam’ escrito en el catálogo y en la presentación de la capilla?
Me parecía que lo importante era que el proyecto fuera para mayor gloria de Dios. El centro de todo es el mensaje, y Dios. Por eso no firmé las obras. Se pone en relevancia algo fundamental que es la fe que uno debe tener en ese relato; cuando una tiene fe profunda y genuina, las cosas pasan.
¿Por qué usar modelos del hoy?
La idea es que te invite a una reflexión y que te invite a un encuentro: el prójimo puede estar en mi clase, puede estar en la clase de al lado, en otra carrera. Y está acá, seguramente esté acá. Me hizo muy feliz que los estudiantes se animaran a posar y se engancharan con la idea. Esta propuesta es para ellos. No es para el rector, no es para mí, no es para otros: es para la universidad, es para nuestros estudiantes. Tiene sentido sólo si es para ellos. También los rostros son contemporáneos porque no están idealizados; son más de carne y hueso.
Muchas de las obras fueron retratadas con un cambio de perspectiva; una mirada mucho más desde abajo que los retratos tradicionales, con foco, por ejemplo, en los pies. ¿Qué cambia en esa visión?
Es el lugar más humilde: desde los pies, desde el barro, donde camina ese Cristo del carrito, desde la mirada de María que queda a los pies de la cruz. El Padre Cacho nos trajo un punto de vista distinto. La ascensión de Cristo era una temática que iba a estar en el techo y, en general, no siempre está en el techo. Me gustaba la idea de que la persona que se pare debajo de esa obra y la mire va a quedar en la misma perspectiva de los apóstoles, va a estar mirando lo mismo.
Gómez se para en el centro de la capilla, mira hacia arriba, hacia la representación de la asunción de la Virgen María.
También es como si fuera una historia que vas contando, ¿no? Como de a poco. Hoy el arte contemporáneo usa mucho el impacto, el rechazo, la no-belleza, pero me parecía que, justamente, la presencia de Dios es belleza. Está en las cosas más mínimas.