Jue, 18 04 2019

Los tesoros ocultos de la casa Xalambrí

En el primer piso de la edificación se alojaron, durante décadas, 1056 versiones de El Quijote de la Mancha en más de 30 idiomas

La historia de vida de Don Arturo Xalambrí está llena de particularidades que lo hacen un personaje absolutamente fascinante. Xalambrí nació el 7 de mayo de 1888 en Montevideo, Uruguay. Era hijo de don Antonio, originario de las Islas Baleares y conocido como el “zapatero presidencial”; desde su comercio ubicado sobre la calle 25 de mayo, frente al palacio Taranco, atendió a muchos de los presidentes uruguayos de finales del siglo XIX junto a Juana Salom, su esposa catalana con la que tuvieron 11 hijos. Uno de ellos, Arturo Estanislao, fue estudiante destacado de los jesuitas en el Colegio Seminario y devoto de San Ignacio de Loyola. 

A los nueve años, su madre le dio una edición de El Quijote de la Mancha y así comenzó una pasión que duraría toda su vida.


 
Xalambrí no se dedicó únicamente a la lectura de Cervantes y otros autores, también tenía habilidades de gestor que lo llevaron a transformarse en un fundador de bibliotecas.



Con 19 años, fundó la biblioteca Mariano Soler que se ubicó en la Catedral de Montevideo. Más adelante, hizo lo mismo con la biblioteca del Círculo Católico de Obreros, la del hospital de leprosos y tuberculosos Fermín Ferreira.

Xalambrí se casó con Eufemia Laguardia y juntos tuvieron dos hijas. A la mayor la nombraron Wilborada, como la Santa Patrona de los bibliófilos. Evidentemente ya era consciente de que el entusiasmo por los buenos libros sería un de los grandes amores de su historia. El nacimiento de su segunda hija Teresa tuvo un desenlace fatal y Xalambrí quedó viudo.

Durante sus años de viudez, escribió su obra Cartas Femeninas. El trabajo apareció en 1929 bajo el nombre de Juana de la Ferlandière; junto a A.E.X.  fueron los dos seudónimos que utilizó en sus publicaciones en el periódico El amigo del obrero y del orden social o en El bien público, donde también se desempeñó como administrador. 

En 1938 depositó sus energías a la elaboración de Floresta Eucarística, primer libro de poesía eucarística en español, que fue presentado por el arzobispo de la época, Monseñor Aragone. El tiraje inicial fue de 10 mil ejemplares, al igual que en otros de sus libros lo financió él mismo.

Con motivo de esta publicación, Xalambrí entró en contacto con innumerables escritores uruguayos y del extranjero; su objetivo era hacer un compendio que incluyera tanto a autores reconocidos como a los que consideraba interesantes promesas.  

Ya en Floresta Eucarística hacía referencia al Apostolado del Buen Libro. Para Arturo Xalambrí este era el principal objetivo de su vida. “Los buenos libros son escalones del cielo”, decía.

Por estos tiempos, Arturo ya se había vuelto a casar. Cira Bildostegui fue, entonces, una segunda madre para sus hijas. Justamente a nombre de Cira está registrado el terreno 101008 en el que se construyó la casa de Cornelio Cantera 2728 que hoy alberga buena parte de la Facultad de Ciencias de Salud y varios departamentos del área de la salud de la Universidad Católica.  

En el primer piso de la casa de Cornelio Cantera, Xalambrí instaló una biblioteca sumamente ordenada —fiel a su estilo— en la que llegó a tener 1056 versiones de El Quijote de la Mancha en más de 30 idiomas, fechadas desde 1605 en adelante. El resto del acervo que llega a 2860 piezas, incluía obras de Zorrilla de San Martín, Menéndez y Pelayo y Balmes, entre otros.

También poseía obras de arte como esculturas, cuadros, bustos y  medallas, además de sus cajas de correspondencia que incluían —entre miles de documentos— el agradecimiento de su amiga Juana de Ibarbourou por el envío de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.

En la colección se pueden encontrar muchos tesoros, como la edición de 1880 con la que Xalambrí logró probar que la primera publicación sudamericana de El Quijote se editó en Uruguay y no en Argentina, como se creía.

Un momento importantísimo de su carrera se produjo en 1947, cuando resuelve hacer la primera exposición cervantina con motivo de los 400 años del nacimiento de Miguel de Cervantes en el predio de la Asociación de Estudiantes y Profesionales Católicas. En la inauguración, Xalambrí se dio el gusto de presentar algunas versiones de El Quijote con su propio sello de originalidad. Las versiones en guaraní, en braille, en latín macarrónico y en un método de taquigrafía (para la época, muy novedoso) producen sensación.

En esa exposición Xalambrí expresó su voluntad de que la exhibición de su colección fuera algún día un elemento de orgullo para su país.

Para esta ocasión hizo largas gestiones con el Correo Nacional para la emisión de sellos postales alusivos. Su gran frustración fue que los sellos salen impresos con la leyenda equivocada donde se leía ‘IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra’. Esto provocó que 13 millones de sellos cuidadosamente impresos en Londres fuera destruidos, emitiéndose un año más tarde una edición de matasellos con motivos del Quijote, sin alusión alguna a ninguna fecha. Esa resolución del Correo volvió a incluir el error original en el decreto que ordenó su emisión.

Gracias fundamentalmente a su tesón, Montevideo fue nombrada en 2015 Ciudad Cervantina, distinción que comparte solamente con Alcalá de Henares, Guanajuato y Azul en Argentina. La biblioteca, así como los demás elementos que la componían, son custodiados con celo y dedicación por el CEDEI de la Universidad de Montevideo.

En 2018 su pasión fue llevada a los escenarios con notable éxito por el Ballet Nacional del Sodre que produjo la obra El Quijote del Plata. Para ella el dramaturgo Santiago Sanguinetti y la coreógrafa Blanca Li trazaron un paralelismo entre la vida de Arturo Xalambrí y la del propio Cervantes.

En el patio trasero del edificio —que la escritora argentina Blanca Irurzún definió como “la casa del Quijote”— todavía se pueden descubrir en el piso los azulejos cervantinos que conectan al visitante con su memoria. Pero, tal vez, la obra más importante es la que se encuentra bastante escondida en el fondo del terreno. Contra el muro de ladrillos hay un diseño de uno de los más famosos escultores españoles del siglo XX, Pablo Serrano Aguilar, a la que hace alusión el propio Xalambrí en la página 62 de su libro Remembranza. Se trata de su propio escudo, que reúne las imágenes del Cerro de Montevideo, el Río de la Plata y la versión del francés Gustave Doré de Clavileño, que simboliza el triunfo del burlado sobre aquellos que se burlaron de él.

El objetivo del Departamento de Humanidades y la carrera de Artes Visuales es, en el segundo semestre, lograr su justa restauración y así rendirle homenaje a este hombre y a su lema: “Vive el ideal”.

Investigación realizada por el Profesor del Departamento de Humanidades José Cozzo.

 

 

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2019-04-18T10:22:00