Estimados lectores: les pido disculpas por un cambio de último momento. El título original iba a ser “¿Por qué no uso la discusión de casos en el aula MBA?” pero, en el mientras tanto, me cautivó descubrir este antipático adjetivo, aunque foráneo. “Opinionated” según el Oxford Dictionary significa “caracterizado por una asertividad presuntuosa y dogmática” o también “sesgado, tendencioso, obstinado, inflexible”. A continuación, y habiendo revisado el texto para evitar la opinionatedness les comparto mi experiencia.
Por María Marta Preziosa - Profesora del MBA en UCUBS
Un clásico de los MBA es, desde hace muchísimos años, la utilización de la metodología de discusión del caso en el proceso de enseñanza-aprendizaje. La misma constituye, casi siempre y de algún modo, una especie de promesa de aplicabilidad de los conocimientos para el alumno y una promesa de eficiencia en la discusión de lo complejo para el profesor.
En los años 90, cursé un MBA cuya filosofía pedagógica no se centraba en la discusión de casos. Su director, el Dr. Vicente Vázquez Presedo, insistía en que no hay nada más práctico que una buena teoría. Impulsada por la demanda y en el correr de la actividad docente y de la capacitación empresaria ejercité esta metodología en aula. Sin embargo, haber satisfecho la demanda, no me evitó paladear de modo muy frecuente la frustración en la discusión.
Lo que ahora puedo decir es que la metodología de casos en el aula MBA “se sostiene” sobre una serie de “supuestos”- no necesariamente explícitos, ni reales. Se presupone que los managers son racionales y valoran escuchar diferentes argumentos o también, que los managers buscan la mejor solución y quieren involucrarse en ella. De algún modo, esto puede explicar la desilusión que algunos egresados MBA solían experimentan luego, en la vida cotidiana de la empresa. Desilusión que, como todas, es muy fructífera.
Hoy, es un hecho que algunos programas MBA incluyen en su currículo los aspectos no-racionales o behavioral de ciertas disciplinas por siempre consideradas hard. Este abordaje busca subrayar los sesgos que limitan la racionalidad, concretando, de algún modo, las profecías herbertsimonianas.
A la par de lo que ocurre en las escuelas de negocios, es posible observar algunos fenómenos sociales que afectan el intercambio de ideas. En la película “Don’t Look Up” (McKay, 2021) “vi” una metáfora acerca de cómo el discurso racional en el debate público– en ese caso, el discurso científico- se sustituye por el entretenimiento. Mutatis mutandis, parece recrear el diálogo Gorgias de Platón en el que se confronta “poder” vs. “verdad”.
También se observa, en redes y medios, aquello que algunos llaman las “nuevas guerras culturales” (Murray, 2021) -y que otros niegan-, la denominada “cultura de la cancelación” o el llamado “pensamiento tribal” (G. Nogués, 2019) . Estos fenómenos, al menos a primera vista, parecen gestarse en una falta de diálogo racional y templado, una carencia de conversación respetuosa y nutritiva configurando -a veces- un infierno empedrado de buenas intenciones.
Asistimos, entonces, a antiguas rencillas humanas en nuevos formatos, pero sin la certeza que tenía Aristóteles de que el hombre es un animal racional. Hoy, la racionalidad pareciera estar en un lugar aspiracional; un lugar en nuestra especie, pero ardiendo débilmente.
Ahora bien, ¿es esto un problema? Sí, lo es. El problema “al final de la película” -o del Gorgias- siempre es la injusticia, “poder” mata “verdad” -y no es necesario definir verdad para reconocer esto.
En mi actividad de aula, hace mucho tiempo ya había “cancelado” el uso de la metodología del caso (Preziosa, 2016) . No descarto, nobleza obliga, mi impericia; de todos modos, dadas las circunstancias, no estoy planeando retomar su uso. En las clases MBA, lo he sustituido por una discusión basada en literatura argumentativa específica con gran protagonismo del alumno en su construcción. Tal como lo planteo, este ejercicio conduce al análisis, más que a la síntesis. Tampoco conduce a un “me gusta o no me gusta” o a una encuesta de opinión. La discusión puede enfrentar dos posiciones, por ejemplo, una a favor y una en contra; también puede consistir en discutir ventajas y desventajas de una tesis o en el establecimiento de una paradoja o de un dilema. Puede adquirir muchas formas, pero lo que siempre espero es que se nos abra el mundo -el Welt de Max Scheler.
¿Por qué propongo debates en aula?
La primera razón es que tanto el diseño, como la implementación de estrategias empresariales, requieren de innovación y creatividad, así como de cierto consenso o acuerdo entre los integrantes del proyecto. Y ambos, innovación y acuerdos se nutren de ideas, no solo de valores o buenas intenciones.
La segunda razón es que el mundo no nació con nosotros. La lectura es la base de una dieta sana y natural que, sazonada cada tanto con alguna golosina tecnológica, nos permitirá no inventar la rueda y generar el humus de grandes crecimientos.
La tercera razón es que la escuela, en el sentido griego de scholé, es un espacio de ocio donde dejamos a un lado la supervivencia en la empresa, y, calmadamente, hay espacio para “entrenar” la consideración de otros puntos de vista, la comprensión de argumentos diferentes a los propios, la adquisición y producción de nuevos así como la reflexión.
La cuarta y última razón, es que sigo teniendo confianza en la racionalidad humana. Es posible, en el aula, contribuir no solo a identificar los sesgos cognitivos que pueden afectarla, sino también a advertir cómo pueden enmascararla el deseo de poder y el miedo a la libertad.