Lindor Martin es Máster en Economía de la Universidad de San Andrés de Argentina y MSc in Economics and Finance, University of York del Reino Unido. Es profesor de Wealth Management en el MBA de la Universidad Torcuato Di Tella de Argentina. Lindor cuenta, además, con una larga trayectoria en gestión financiera y se desempeñó en organizaciones como la Fundación FIEL, Merrill Lynch y Pluspetrolse; en octubre se suma como facilitador al Programa de Inversiones Personales.
En esta columna, ahonda en algunos de los puntos a tratar durante el programa que inicia el 5 de octubre*.
Sin lugar a duda, la rápida y masiva respuesta de los bancos centrales (principalmente la FED) a la fuerte caída de la demanda generada por el lockdown –situación que viven muchos países como medida ante la pandemia– evitó una crisis financiera que hubiese arrastrado a la economía mundial a una depresión económica de consecuencias políticas y sociales impensadas. Pero también es cierto que esta acción ha colocado a la FED como prestamista de última instancia para mantener niveles de precios de los activos financieros, llevando a los inversores a asumir mayores riesgos de los que asumirían si fuesen confrontados a una realidad sin su accionar. Pero esto no fue una opción, sino más bien una obligación.
Los gobiernos de los países desarrollados –y de aquellos emergentes en condiciones fiscales razonables– también han acompañado con políticas fiscales expansivas sin precedentes tratando así de sostener una demanda agregada que mantenga el mercado de trabajo dinámico para nuevamente retornar a niveles de actividad prepandemia.
La cantidad de dinero que se derramó, saturando el mercado de bonos, se canalizó luego al mercado de equity y de commodities, incentivando –a un nivel muy bajo de tasas de interés– a apalancar posiciones y exacerbar más aun la tendencia alcista de los activos en general. Esto último ha vuelto todavía más inestable el sistema, poniendo al sector bancario no regulado (shadow banking system) sumamente vulnerable a movimientos de tasas de interés, pudiendo impactar –hoy más que nunca–, a los mercados en un efecto cascada que derrumbaría este castillo de naipes donde estamos hoy parados. De aquí que la expectativa de inflación de los agentes económicos que genere primero la narrativa de la FED y segundo su efectivo accionar, será determinante para la dinámica económica futura.
Semejantes estímulos monetarios y fiscales inundaron de liquidez el mercado y no dejan más que interrogantes a los inversores sobre algunos escenarios para posicionar los portafolios acordemente.
Un escenario extremo, donde el crecimiento global pueda reducirse como consecuencia de mayores tasas de interés (por inflación y recalentamiento económico), podría llevar a los inversores a salir de activos de mayor riesgo. Los países de mercados emergentes, con altos niveles de deuda en moneda extranjera, serían particularmente lastimados. Los risk premiums se incrementarían significativamente, los países más endeudados tendrían grandes dificultades para hacer frente al servicio de sus deudas, y una crisis financiera fenomenal (comenzando por una crisis de deuda soberana) se iniciaría en la economía global (comparable con la crisis del 2008-2009) entrando en un periodo de gran incertidumbre y de muy lenta recuperación. En este escenario Bonos de Gobierno de Estados Unidos (con duración larga), e incluso el mismo cash constituirían clases de activos para portafolios defensivos que permitirían evitar grandes pérdidas.
Pero podría no suceder. Recordemos que la FED está atrapada en su propio invento de mega emisión monetaria por medio de compra de activos financieros privados en forma directa, como lo hiciera entre 2008 y 2014 (QE1+QE2+QE3) y la actual, QE4, cuyo desarme está en discusión, porque si lo hiciese de forma abrupta, se derrumbaría el mercado accionario inmediatamente. Ahora, desarmarlo implica disminuir paulatinamente la compra de activos, no extraer del mercado la cantidad de dinero que esta política inyectó. Una emisión de semejante envergadura se iría licuando a lo largo del tiempo. Una inflación del 2% anual promedio en los próximos 35 años haría que la cantidad de saldos reales excedentes disminuyera a la mitad de los niveles actuales, reduciéndose aún más el tiempo si computásemos el crecimiento económico.
Si este fuese el plan (licuar) y nos encontrásemos en una fase del ciclo ascendente con un output gap aún positivo, claramente, el dinero no es el activo donde estar. Tampoco los bonos presentan un retorno que compense por el riesgo a la suba de tasas, quedando los activos reales, los commodities (incluidas las crypto) y aún cierto espacio para las acciones para posicionar los porfolios.
Claramente ya no podemos hablar de riesgos (los cuales pueden ser objetivamente calculados) sino de incertidumbre en el contexto actual. En efecto, es totalmente incierto los escenarios posibles que podrían desencadenarse de producirse cisnes negros como el COVID en un entorno tan inestable como el actual.
* El Programa de Inversiones Personales combina formación teórica con fuerte anclaje en las aplicaciones prácticas, los participantes adquirirán los conocimientos teóricos, así como las herramientas y habilidades requeridas para entender los mercados de capitales, valuar las diferentes clases de activos y tomar decisiones de inversión en un contexto de portafolios.