Vie, 04 10 2024

Tamara Fernández: “El cambio de área todavía es un desafío y me sigo formando en ese sentido”

Como doctora en Ciencias Biológicas y profesora del Departamento de Ciencias Exactas y Naturales de la UCU, se dedica a la microbiología ambiental y tiene un proyecto con la empresa forestal Montes del Plata

La carrera de Tamara Fernández siempre tuvo a la Bioinformática en el centro. Es doctora en Ciencias Biológicas y durante mucho tiempo se dedicó al análisis de secuencias de ADN o ARN. En el último tiempo, siguió con la línea de la secuenciación pero desde un encare diferente: se pasó al área de la microbiología ambiental, un campo que le era desconocido.

Con ese campo nuevo de estudio, Tamara empezó a vincularse con la industria y llegó a Montes del Plata, empresa forestal dedicada a la producción de pulpa de celulosa. Sobre cómo fue su recorrido hasta llegar a vincularse con Montes del Plata y qué implica su campo de estudio es la siguiente entrevista.

¿Cuál es el trabajo que llevás adelante en Montes del Plata?

Siempre trabajé en Bioinformática y, en particular, con análisis de secuencias de ADN o de ARN. Al terminar mi doctorado, por cuestiones circunstanciales y porque me parecía que tenía mucho vínculo con la industria, me pasé al área de microbiología más ambiental. Con las mismas técnicas, trabajando con técnicas de secuenciación de ADN, pero en una técnica en particular donde vos tomás la muestra de cualquier ambiente y a parte de la secuenciación del ADN podés identificar todos los microorganismos que hay en la muestra. 

Lo que se hace en general desde hace muchos años es que uno toma la muestra, lo cultiva en un laboratorio, con un montón de técnicas clásicas, pero eso, si bien tiene muchas ventajas, tiene algunas limitantes. Por ejemplo, que entre como máximo un 10% de los microorganismos que hay en el ambiente se pueden cultivar en un laboratorio. Entonces, si vos lo llevás a un laboratorio, te parece el otro 90%. Esta técnica que empezamos a aplicar lo que te permite es, a través del ADN, entender qué microorganismos están y cuáles son sus abundancias relativas. Te ayuda a entender cómo es la estructura de la comunidad natural.

Empecé a intentar meterme en ese campo, que para mí era nuevo. Fuimos a Montes del Plata, les contamos lo que nosotros podíamos hacer, ellos contaron qué problemas tenían y pensamos en volver con una propuesta. Así arrancó el vínculo y se dieron dos cosas separadas. Por un lado, un servicio que les brindamos habitualmente de detección de microorganismos, pero eso es un servicio, no es investigación. Eso se hace tres veces al año desde el 2020.

Y se abrió también esta otra pata: ellos tienen como unas piscinas enormes y ahí lo que hay son microorganismos. El efluente que sale del proceso de la pulpa de celulosa, con todos los residuos de madera, de químicos, etcétera, pasa por esa piscina y allí se come los contaminantes. Esa es la base del funcionamiento: los microorganismos se comen los contaminantes y el agua cuando sale de ahí pasa por otros equipos y el agua limpia puede salir al río.

Es decir, la que se vierte está limpia.

Sí, es un requisito. Está monitoreado constantemente por el Ministerio de Ambiente. Hay regulaciones que se cumplen a rajatabla. Todo el proceso se basa en que eso microorganismos estén bien. Hay un balance entre los microorganismos que están ahí.

Como en un ecosistema.

Es un ecosistema que está dentro de esa piscina y que se usa como fuente de alimentación el efluente. La base de purificar o de clarificar efluentes con microorganismos se hace en un montón de industrias.

Cuando se desbalancea la comunidad, pueden aparecer problemas. Una de las cosas que ellos hacen habitualmente es mirar las comunidades por microscopía y miden otro montón de parámetros, pero desde el laboratorio clásico. Y una de las cosas de la microscopía, es que depende del ojo del que está mirando y si bien da información súper valiosa, no en todos los casos podés ver si forma algún tipo de estructura. Hay todo un mundo que te perdés.

En la técnica que nosotros aplicamos con secuenciación de ADN, en teoría vos podés decir con nombre y apellido quién está ahí. Vos hacés la secuencia, te fijás en una base de datos y si alguien lo descubrió alguna vez vas a saber quién es.

¿Tenés la posibilidad de ingresar nuevos?

Eso implica otro montón de recursos de investigación. Por ejemplo, yo mandé hace un tiempo unas muestras para hacer todo el genoma a ver si podemos tener más información.

¿Eso se manda al exterior?

En este caso sí, pero en la UCU tenemos un secuenciador.

¿Cómo surgió ese trabajo puntual con Montes del Plata?

Ellos nos dijeron que les interesaba sustituir la microscopía, que en mi opinión no es viable pero con esta técnica obtenemos mucha más información.

¿Por qué no es viable?

Porque si bien con el metabarcoding, que es esta técnica que aplicamos con secuenciación de ADN, vos podés saber nombre y apellido, no podés distinguir si están vivos o muertos. Hasta podríamos llegar a encontrar restos de ADN de la madera, de los árboles. Hay información complementaria entre las técnicas.

Siguiendo con el vínculo con Montes del Plata, ¿cómo trabajaron juntos finalmente?

Se pensaron tres proyectos más chicos. Uno era una prueba de concepto: ir un día, tomar las muestras y comparar secuenciando y con microscopía los parámetros que ellos toman, a ver si daban cosas parecidas. La idea es que ellos lo pudieran usar como técnica de monitoreo si esto seguía avanzando. Se mandó a secuenciar al exterior y también se hizo con el de la UCU. Eso dio que son comparables los resultados. Obtuvimos mucha más información y eso dio lugar a la segunda parte del proyecto.

En esa segunda parte necesitábamos ver qué pasaba a lo largo de un año y ver si de alguna manera podíamos correlacionar parámetros de funcionamiento de la planta, como calidad de efluentes, con la presencia de determinados microorganismos. Durante 12 meses, cada 15 días, se hizo lo mismo que en la aquella primera prueba. Eso es lo que estamos haciendo ahora y ya tenemos todos los datos. La tercera parte es realizar el monitoreo mensual.

¿En tus años como investigadora habías tenido experiencias de trabajo con empresas?

Era la primera vez y fue un tremendo desafío. Los objetivos y los tiempos de la empresa son totalmente distintos. Sumado a que no siempre las cosas funcionan y hay que volver a probar.

¿Cómo lidiás como investigadora con la frustración cuando algo no funciona?

Eso lo vas aprendiendo. Intento transmitirle mucho esos a mis estudiantes de postgrado: a veces no nos da lo que nosotros pensábamos y eso no es malo, es lo que es. A veces hay que aceptar que lo que vamos a reportar no era lo que esperábamos, pero igual es información. Es información relevante e importante.

¿Cómo fue cambiar de área de investigación y además empezar a trabajar con una empresa?

El cambio de área todavía es un desafío y me sigo formando en ese sentido. Sigo en la vorágine de aprender, aprender, aprender.

¿La investigación te permite ir descubriendo nuevos campos que quizás no conocías antes de comenzar a investigar? ¿Te abre puertas a qué investigar?

Es uno de los desafíos que tiene esta área. Los microrganismos están en todos lados. Si fuéramos conscientes de todo lo que nos ayudan; la mayor parte son buenos para nosotros. Un suelo sano, donde uno puede plantar, está lleno de microorganismos con mucha biodiversidad. Tener determinados balances y ambientes biodiversos es algo bueno, entonces este campo tiene una aplicación muy amplia. El problema es que algo fundamental para que esto aporte es conocer del tema y eso lleva mucho tiempo.

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2024-10-04T11:38:00