Jue, 20 05 2021

Traición, confianza y valentía: cómo evitar un infierno empresarial

Chris Lowney (EE.UU), Vice Chair en el Board of CommonSpirit Health; autor de libros sobre liderazgo, espiritualidad y toma de decisiones. Actualmente cuenta con una columna mensual en la revista Forbes.

Publicación original en Forbes - Abril 2021

Seremos mejores líderes si conocemos el infierno.

No hablo en forma literal, por supuesto. Pero viajemos allí junto con el poeta medieval Dante. Él nos hará recordar cómo una virtud celestial puede impulsar a los equipos y cómo un vicio infernal puede destruir su empresa.

Muchos de nosotros conocemos lo suficiente del Infierno de Dante para no quedar mal en un cóctel. Dante desciende a través de los nueve círculos del infierno, cada uno de los cuales alberga a un tipo de pecador: los glotones en el círculo tres, por ejemplo, y los codiciosos en el círculo cuatro.

¿Y quién vive en el círculo más bajo del infierno? ¿Quizás los tiranos que provocaron guerras de conquista llenas de masacre? No. Los más bajos en esta pila infernal son los traidores, aquellos que traicionaron a los suyos, a su país, o peor aún, a Dios. (Piensen en Judas Iscariote)

Si el Dante medieval regresara, encontraría que nosotros, animales corporativos modernos llevamos a cabo toda suerte de traiciones. En toda empresa grande, por ejemplo, se pueden encontrar algunas personas que apuñalan por la espalda haciendo mala propaganda y desvirtuando a los colegas, o que se llevan el crédito por las ideas de otros, o que hacen política en la oficina al fomentar rivalidades tribales que enfrentan a los equipos unos contra otros. Este comportamiento tan nefasto tiene consecuencias terribles para la empresa: menoscaba la productividad, enemista a los empleados entre otras cosas.

En contraposición, cuando los líderes generan niveles altos de confianza y de lealtad al equipo, la productividad se dispara, como queda demostrado por investigaciones. Por lo tanto, generar confianza no es algo que hacen los jefes que son agradables para “quedar bien”, sino una prioridad para cualquier líder que se preocupe por la productividad y los resultados.

La base de la confianza es simple: sé transparente y honesto, comunícate con claridad y a menudo, trata a los demás de la misma manera siempre. Pero mantener un compromiso para generar confianza requiere coraje: es mucho más fácil dar discursos corporativos vacíos y esconderse en la oficina que involucrar sinceramente a los integrantes del equipo en las idas y vueltas que enturbian a las empresas en estos tiempos, tales como cambio de estrategia, iniciativas de “ajuste”, o la incertidumbre generada por competidores molestos.

E incluso aquellos líderes comprometidos con la idea de fomentar confianza y lealtad, pronto se dan cuenta que no toda lealtad es buena. Cuando viajamos junto con Dante a los niveles más bajos del infierno corporativo, nos estremecemos al encontrar “lealtades” corruptas entre las peores fechorías: las artimañas financieras y contables que decimaron tanto a Enron como a su estudio contable, Arthur Andersen, por ejemplo, o el fraude y robo descarado que condenó a Tyco, o la increíble negligencia que se puso de manifiesto con la venta de derivados de hipotecas fraudulentas que destruyeron la economía global.

Todos estos y otros desastres ocurrieron debido al uso malintencionado de la confianza y de la lealtad. Las personas sabían o sospechaban que algo no estaba del todo bien pero aun así se quedaron callados. Una vez que los principales responsables de estos fraudes se dieron cuenta que sus colegas no dirían nada, se envalentonaron y duplicaron sus canalladas.

Los colegas que eligieron no “traicionar” a los jefes bribones presumiblemente eran motivados por una lealtad de seguir el juego para sacar ventaja. Pero con este silencio cómplice, traicionaron algo mucho más profundo: los valores y principios morales que sostienen a cada empresa de renombre, valores como la verdad, y como el compromiso de atender a los accionistas y no de estafarlos. Jamie Dimon, Presidente y CEO de JPMorgan Chase & Co, una vez lo expresó de esta manera: “La lealtad debería ser a los principios a los que uno defiende y a la institución: la lealtad hacia un individuo es con frecuencia otra manera de hacer clientelismo.”

El Dante medieval no sabía nada de embustes contables, pero resulta que Dante entendía el dilema al que se enfrenta todo empleado que toma conocimiento de que un fraude o de una malversación se está gestando dentro de la empresa. La Divina Comedia de Dante hace referencia a la lucha entre el bien y el mal, y el viaje de Dante a través del infierno es una búsqueda de valor para lograr hacer el bien al ser repetidamente tentado por el mal.

Valentía, profundo coraje, es justamente lo que se necesita cada vez que un empleado atormentado se enfrenta a esta terrible decisión: “¿Debo callarme y seguir como si nada? ¿O debo hablar, y arriesgar mis relaciones laborales y quizás hasta mi carrera?

Si el noveno círculo del infierno corporativo agrupa a los traidores que orquestan fraudes corporativos, entonces el paraíso corporativo seguramente incluya a aquellos que tuvieron el valor de hablar cuando vieron que algo andaba mal. Los gerentes y los directorios deberían hacer todo a su alcance para encontrar, cuidar y apoyar a aquellos empleados que tienen una integridad divina.

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2021-05-20T00:05:00