Un jardín para jugar...

Un jardín para jugar...

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“Arturo Xalambrí era una persona muy afable, decía mi abuela. Era muy simpático. Quería mucho a mi mamá que era la hija mayor, y la iba a buscar para llevarla a la casa, para jugar con sus hijas. Mamá me decía que “jugaba en un jardín que tenían”. Pasaban con el carruaje (porque tenía un carruaje; no sé si era de dos caballos) y venían a buscar a mamá…”

Este relato de Mari Sarubbi, hija de Blanca, nieta de Ciro Aloisio (Motola, Italia, 1888) y Francisca Facani (Isla Patrulla, Treinta y Tres, Uruguay, 1890) dibuja la figura de Xalambrí a través de las miradas de quienes lo conocieron. El valor de la amistad, retratado en la relación de Sancho Panza y Don Quijote, se puede palpar también en las acciones y las costumbres que caracterizaron a Xalambrí. Le gustaban mucho los niños, y era una persona muy amigable: él se acercaba a mis abuelos, que eran personas muy modestas, mi abuelo había venido de la guerra y mi abuela venía del interior, pero Xalambrí, se ve que les tenía cariño, porque siempre iba a conversar con ellos, y a tomarse el “cafecito famoso”, que mi abuela servía en unos tarritos de hojalata.


 

 

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